Los meses de verano están llenos de mitos que nos han acompañado toda la vida y que, aunque no sabemos de dónde vienen, parece que nos cuesta dejarlos ir. ¿Quiénes somos nosotros para llevarle la contraria a alguien que no quiere un corte de digestión para sus hijos? Pues nadie, pero estamos dispuestos a desmontar este y otros mitos del verano. Empecemos…

El corte de digestión
Que ni corta ni afecta a la digestión. Lo que pasa realmente es que, durante el proceso digestivo, la sangre se concentra en el vientre y al cambiar la temperatura entrando en contacto con el agua, el cerebro manda a la sangre repartirse por la piel y los músculos para contrarrestar el contraste térmico. Y es esto lo que puede producir desmayos, y no la interrupción del proceso digestivo en sí.

Lo que sí es cierto es que mojarnos la nuca y las muñecas al entrar al agua después de comer es bueno para nivelar poco a poco la temperatura de nuestro cuerpo.

La siesta y el paseo
Irte a andar después de una buena comilona no te va a ayudar a hacer la digestión, de hecho puede perjudicarte. Para que la digestión se produzca correctamente, es importante no hacer ningún esfuerzo, ya que esto puede provocarnos mareos o desmayos.

Pero cuidado, no estamos diciendo que haya que tirarse al sofá en plancha. Pasear (por la sombra, sobre todo en las horas de más calor), siempre es bueno pero no va a hacer que asimilemos mejor nuestros alimentos.

Y aunque lo único que nos pida el cuerpo nada más comer sea echar una cabezadita, no es lo mejor. En todo caso, las siestas no deberían pasar de 10 minutos si no queremos levantarnos de mal humor. Y no deben hacerse en posición horizontal, ya que esto sí que dificulta la digestión empeorando el reflujo ácido del estómago.
Es por esta razón que se recomienda que las cenas tengan lugar dos horas antes de irse a dormir. A última hora del día nuestro cuerpo está cansado y tiene una menor capacidad para digerir, por lo que hay que ayudarlo.

El helado, el café, el licor o la infusión
Siempre se ha dicho que una copita de licor nos ayuda a asimilar los alimentos tras una comida copiosa, pero expertos nutricionistas afirman que el alcohol y los azúcares que contiene hacen más daño que bien al estómago. Pero a ver quién nos quita el orujito 😉
Lo que si que ayuda a la digestión son las infusiones, sobre todo las que contienen menta o regaliz. Y en cuanto al café, aunque la cafeína sea capaz de estimular la metabolización de alimentos, no está demostrado científicamente que facilite la digestión. Dos tazas al día serán suficientes sobre todo si tenemos problemas con el reflujo, y será mejor evitar mezclarlo con lácteos porque hacen más pesado el proceso.

Fruta, lechuga o leche por las noches
La costumbre es tomar fruta siempre que acabamos de comer, pero los nutricionistas siempre nos aconsejan comerla antes. Esto se debe a que los azúcares y el agua de las frutas pueden hacer más pesada la digestión, pero no es dañino. Las más indigestas son el plátano, el aguacate o la chirimoya por su aporte calórico.

Tomar ensaladas para cenar también es algo tan usual como conflictivo, ya que se considera que la lechuga y el pepino dificultan el proceso digestivo. Pero la realidad es que depende de la tolerancia de las enzimas digestivas de cada organismo.

Y el famoso vasito de leche que nos ayuda a dormir mejor, puede que sí lo haga por ser rico en triptófano (que ayuda a conciliar el sueño). Pero puede hacer la digestión más pesada como el resto de los lácteos.

Como veis, muchos de estos tópicos se desmienten con un simple ‘si no te hace daño, puedes hacerlo’. El proceso digestivo depende de la capacidad de asimilación de cada persona y, por lo tanto, lo que a uno le haga este proceso más pesado, puede que a otro no. El caso es encontrar aquello que nos dificulte, identificar lo que nos ayuda y actuar en consecuencia.